José Vargas Spínola
Me pide nuestro querido jefe Pepe que escriba en nuestro blog. Para mí un honor que cuente conmigo para eso, y me sirve para arrancar con una cualidad que creo compartimos todos los que llevamos a nuestro Santísimo Cristo en el corazón y sobre las trabajaderas: estar a disposición de lo que nos pida nuestro capataz y nuestra hermandad.
Creo que uno de los motivos por los que tras irme de Sevilla en 1997 he seguido participando en nuestra cuadrilla y viniendo a ensayar es ese contraste que hay entre mi vida diaria, con viajes y reuniones continuos, negocios muy diversos, interlocutores en varios idiomas, y esa peregrinación los jueves en el Ave con mi costal para participar en nuestros ensayos. Verdadero salto en el tiempo, de la vorágine del siglo XXI a ese ambiente de cuaresma más propio del siglo XVIII (salvo por el radio casette), a esas calles de Sevilla casi desiertas que se acogen en silencio el andar de nuestro paso, y los costaleros, ayudantes y amigos que lo acompañan. En estos 15 años los cambios en mi vida han sido vertiginosos: en los negocios, en la forma de trabajar, incluso en la vida personal, … pero nuestros jueves de cuaresma permanecen iguales.
Como anécdota contaría la forma en que entré en la cuadrilla. Fui a ensayar en febrero de 1995 de la mano de Armando Guardiola quien fue patero en el paso de palio muchos años. Creo que soy de los pocos que habrá ensayado debajo de un paso antes de ver ninguno en la calle, puesto que hacía sólo 4 meses que había llegado de Madrid y hasta entonces para mí Semana Santa eran 5 días de playa o de esquí. Llevamos el paso de ensayo con sus sacos de arena desde un almacén de Triana al almacén de Boby Deglané. Por mi inexperiencia me lastimé en la primera levantá. Hice el ensayo completo pero pensé que aquello no era para mí y no volví. Sin embargo al llegar abril y conocer la Semana Santa me quedé prendado de su magia. Me hice hermano de Montserrat y al año siguiente pedí entrar en la cuadrilla. Y hasta hoy.
Recuerdo muy bien la estación de penitencia del primer año, 1996. Estaba nervioso ese día porque aún no sabía lo que era llevar a nuestro Stmo. Cristo. Tarde de lluvia y suspense en la capilla. A las 8.30 ya sabíamos que no habría ninguna cofradía en la calle. Nuestro Hermano Mayor, Feliciano, nos anuncia que tenemos prórroga para salir y que las previsiones que le llegan del aeropuerto no son concluyentes. Más suspense y nervios. Hacia las 9.15 vuelve a comparecer para decirnos que al parecer vienen claros y …. ¡que la Junta de Gobierno ha decidió hacer la estación de penitencia! Momento de júbilo con gritos y aplausos, que Feliciano cortó exigiendo recuperar la solemnidad que corresponde a nuestro Viernes Santo. Yo estaba especialmente motivado para salir, tras los nervios de la espera. Me tocó entrada. Recuerdo al terminar el primer relevo y sacar la cabeza por los faldones, ¡que gozo esa primera vez que portaba a Nuestro Señor! Quería acompañarlo a la Catedral y pedí al contraguía que me dejara seguirlo a su lado por la Avenida. Fue así como entré en la Catedral sin estar debajo del paso, osadía de mi inexperiencia que no se me ocurriría hacer ahora. Empezó a llover y nos tuvimos que refugiar en la Catedral. Imagen impresionante que guardo como si fuera ayer con la Catedral desierta, sólo con nuestros titulares y los costaleros y nazarenos de nuestra hermandad. Los reporteros que allí estaban nos hicieron fotos a ambas cuadrillas (¿alguien puede conseguir una copia?) de aquel momento que no se ha vuelto a repetir. Al salir y tras el relevo en la Punta del Diamante empezó a chispear. En dos chicotás nos plantamos en el relevo de Castelar. Pero ya despejó y los tramos finales fueron gloriosos. Creo que después de vivir aquel Viernes Santo de 1996 de suspense, nervios, refugio en la Catedral y finalmente paseo gozoso, el veneno de nuestra Semana Santa y de nuestro Señor se me inoculó para siempre en la sangre.
La Semana Santa de Sevilla me parece un evento único, por su puesta en escena intemporal, por esa unión y coordinación perfecta de la sociedad civil, que unidos por su fe y por su devoción a imágenes y hermandades, dedican su tiempo y su esfuerzo a que cada año vuelva a representarse la pasión y muerte de Cristo en las calles de Sevilla. Cada hermandad dentro de su estilo hace una puesta en escena perfecta, de forma autónoma, más meritorio aún en el mundo actual en que pocas manifestaciones culturales, económicas o incluso religiosas no se pueden sostener si no es con el apoyo de los poderes públicos. En la Semana Santa sevillana los poderes públicos sólo aportan seguridad y limpieza, el resto viene de la mano generosa y devota de decenas de miles de cofrades.
Me siento un privilegiado por poder hacer cada año mi humilde aportación a este evento único, y por hacerlo llevando a nuestro Stmo. Cristo de la Conversión, imagen sublime de serenidad y amor a los hombres que se pasea por Sevilla los viernes santos con elegancia inigual. Gracias Pepe por confiar en mí y enhorabuena por la cuadrilla que has formado. Gracias compañeros por ser como sois.
Ignacio Reirís Rico
30 de mayo de 2011
Festividad de Fernando III el Santo, patrón de Sevilla y Rey de Castilla.
Creo que uno de los motivos por los que tras irme de Sevilla en 1997 he seguido participando en nuestra cuadrilla y viniendo a ensayar es ese contraste que hay entre mi vida diaria, con viajes y reuniones continuos, negocios muy diversos, interlocutores en varios idiomas, y esa peregrinación los jueves en el Ave con mi costal para participar en nuestros ensayos. Verdadero salto en el tiempo, de la vorágine del siglo XXI a ese ambiente de cuaresma más propio del siglo XVIII (salvo por el radio casette), a esas calles de Sevilla casi desiertas que se acogen en silencio el andar de nuestro paso, y los costaleros, ayudantes y amigos que lo acompañan. En estos 15 años los cambios en mi vida han sido vertiginosos: en los negocios, en la forma de trabajar, incluso en la vida personal, … pero nuestros jueves de cuaresma permanecen iguales.
Como anécdota contaría la forma en que entré en la cuadrilla. Fui a ensayar en febrero de 1995 de la mano de Armando Guardiola quien fue patero en el paso de palio muchos años. Creo que soy de los pocos que habrá ensayado debajo de un paso antes de ver ninguno en la calle, puesto que hacía sólo 4 meses que había llegado de Madrid y hasta entonces para mí Semana Santa eran 5 días de playa o de esquí. Llevamos el paso de ensayo con sus sacos de arena desde un almacén de Triana al almacén de Boby Deglané. Por mi inexperiencia me lastimé en la primera levantá. Hice el ensayo completo pero pensé que aquello no era para mí y no volví. Sin embargo al llegar abril y conocer la Semana Santa me quedé prendado de su magia. Me hice hermano de Montserrat y al año siguiente pedí entrar en la cuadrilla. Y hasta hoy.
Recuerdo muy bien la estación de penitencia del primer año, 1996. Estaba nervioso ese día porque aún no sabía lo que era llevar a nuestro Stmo. Cristo. Tarde de lluvia y suspense en la capilla. A las 8.30 ya sabíamos que no habría ninguna cofradía en la calle. Nuestro Hermano Mayor, Feliciano, nos anuncia que tenemos prórroga para salir y que las previsiones que le llegan del aeropuerto no son concluyentes. Más suspense y nervios. Hacia las 9.15 vuelve a comparecer para decirnos que al parecer vienen claros y …. ¡que la Junta de Gobierno ha decidió hacer la estación de penitencia! Momento de júbilo con gritos y aplausos, que Feliciano cortó exigiendo recuperar la solemnidad que corresponde a nuestro Viernes Santo. Yo estaba especialmente motivado para salir, tras los nervios de la espera. Me tocó entrada. Recuerdo al terminar el primer relevo y sacar la cabeza por los faldones, ¡que gozo esa primera vez que portaba a Nuestro Señor! Quería acompañarlo a la Catedral y pedí al contraguía que me dejara seguirlo a su lado por la Avenida. Fue así como entré en la Catedral sin estar debajo del paso, osadía de mi inexperiencia que no se me ocurriría hacer ahora. Empezó a llover y nos tuvimos que refugiar en la Catedral. Imagen impresionante que guardo como si fuera ayer con la Catedral desierta, sólo con nuestros titulares y los costaleros y nazarenos de nuestra hermandad. Los reporteros que allí estaban nos hicieron fotos a ambas cuadrillas (¿alguien puede conseguir una copia?) de aquel momento que no se ha vuelto a repetir. Al salir y tras el relevo en la Punta del Diamante empezó a chispear. En dos chicotás nos plantamos en el relevo de Castelar. Pero ya despejó y los tramos finales fueron gloriosos. Creo que después de vivir aquel Viernes Santo de 1996 de suspense, nervios, refugio en la Catedral y finalmente paseo gozoso, el veneno de nuestra Semana Santa y de nuestro Señor se me inoculó para siempre en la sangre.
La Semana Santa de Sevilla me parece un evento único, por su puesta en escena intemporal, por esa unión y coordinación perfecta de la sociedad civil, que unidos por su fe y por su devoción a imágenes y hermandades, dedican su tiempo y su esfuerzo a que cada año vuelva a representarse la pasión y muerte de Cristo en las calles de Sevilla. Cada hermandad dentro de su estilo hace una puesta en escena perfecta, de forma autónoma, más meritorio aún en el mundo actual en que pocas manifestaciones culturales, económicas o incluso religiosas no se pueden sostener si no es con el apoyo de los poderes públicos. En la Semana Santa sevillana los poderes públicos sólo aportan seguridad y limpieza, el resto viene de la mano generosa y devota de decenas de miles de cofrades.
Me siento un privilegiado por poder hacer cada año mi humilde aportación a este evento único, y por hacerlo llevando a nuestro Stmo. Cristo de la Conversión, imagen sublime de serenidad y amor a los hombres que se pasea por Sevilla los viernes santos con elegancia inigual. Gracias Pepe por confiar en mí y enhorabuena por la cuadrilla que has formado. Gracias compañeros por ser como sois.
Ignacio Reirís Rico
30 de mayo de 2011
Festividad de Fernando III el Santo, patrón de Sevilla y Rey de Castilla.