Hace prácticamente un mes, el cinco de mayo, mi querido amigo y compañero de martillo José Vargas Spínola, me mando el contacto del blog de Costaleros de la Conversión en el que se publicaba la carta de despedida de Manuel Carrasco.
La he leído con toda atención y detenimiento por lo que debo decir que es la carta de un HOMBRE CABAL.
Dice: ¡YO SOY COSTALERO DE LA CONVERSIÓN!. Casi “na”.
Y me llama Maestro, igualmente: Casi “na”.
Pues bien, querido hermano de costal y querido amigo Manolo, sobre que eres COSTALERO DE LA CONVERSIÓN, aquí públicamente doy fe de ello. Has relatado tus comienzos, que aunque hay diferencia de edad entre tú y yo, me recuerdan los míos.
Aquellos años en los que como bien dices, por no haber no había ni costaleros y que cada año se cambiaba casi por completo la cuadrilla y que a veces a la salida de la Catedral ya teníamos deserciones en las trabajaderas.
Pero eso sirvió para que, como en cualquier crisis que podamos vivir, quedaran los buenos y cabales.
Aquellos que entendieron lo que de verdad era ser Costalero.
Y esa fue la verdadera semilla de lo que hoy tenemos.
En el caso de nuestra Hermandad hubo que trabajar y luchar mucho para que hoy podamos decir con orgullo que tenemos una GRAN CUADRILLA ejemplo y espejo, como tu bien dices en tu carta, en el que todos puedan ver reflejado el trabajo, el sacrificio y el amor fraternal de los COSTALEROS DE NUESTRA CUADRILLA.
Esa cuadrilla de costaleros dejo de serlo para CONVERTIRSE en una gran familia de hermanos costaleros.
Y ahí, querido amigo Manolo, tuviste mucho que ver.
Te recuerdo desde el primer momento en que llegué para ser vuestro capataz. Esto que acabo de escribir no es algo recurrente, ya que siempre he tenido la facilidad de hacerme con las caras y sus nombres a la primera y más cuando de una cuadrilla se trata, ya que debes conocer desde el primer minuto a todos y de que pie cojean.
Pues desde el primer minuto de juego te consideré como uno de los pilares sobre los que había que construir esta magnífica cuadrilla y es evidente que ni a mí ni a ningún otro defraudaste.
Siempre estuviste en tu sitio y cumpliendo con tu trabajo, cosa que además de que tus hermanos de costal te lo agradezcan, yo también lo hago públicamente.
Y llegado a este punto, voy a comentar el otro “casi na”, el de Maestro. Que me consideres tu Maestro y que digas que he podido enseñarte algo, es para mí un orgullo, viniendo como viene de un magnífico costalero que ha estado a mis órdenes.
Pero hay algo claro y es que si no hay alumno no hay maestro, y debo decir que fuiste un alumno de “Sobresaliente cum laude”.
Llegado este momento solo puedo decirte que es para mí un honor haberte tenido a mis órdenes como costalero y que para la nueva etapa
que comienzas, no olvides que una buena cuadrilla se hace de la misma manera que unos padres educan a sus hijos, con disciplina y a la vez con dialogo, con autoridad pero aplicándola con cariño y siempre teniendo en cuenta que a todos los hijos se les quiere por igual y a todos hay que enseñarles el respeto con el que tienen que comportarse con los demás. Y recordarte en tus comienzos como Maestro del martillo, que siempre tendrás mi mano tendida para todo lo que necesites.
La despedida a modo taurino: “SUERTE, VISTA Y AL TORO”, que todo te vaya bien y un fuerte abrazo de tu hermano en el costal y amigo José Ramón Rodríguez Gautier.
La he leído con toda atención y detenimiento por lo que debo decir que es la carta de un HOMBRE CABAL.
Dice: ¡YO SOY COSTALERO DE LA CONVERSIÓN!. Casi “na”.
Y me llama Maestro, igualmente: Casi “na”.
Pues bien, querido hermano de costal y querido amigo Manolo, sobre que eres COSTALERO DE LA CONVERSIÓN, aquí públicamente doy fe de ello. Has relatado tus comienzos, que aunque hay diferencia de edad entre tú y yo, me recuerdan los míos.
Aquellos años en los que como bien dices, por no haber no había ni costaleros y que cada año se cambiaba casi por completo la cuadrilla y que a veces a la salida de la Catedral ya teníamos deserciones en las trabajaderas.
Pero eso sirvió para que, como en cualquier crisis que podamos vivir, quedaran los buenos y cabales.
Aquellos que entendieron lo que de verdad era ser Costalero.
Y esa fue la verdadera semilla de lo que hoy tenemos.
En el caso de nuestra Hermandad hubo que trabajar y luchar mucho para que hoy podamos decir con orgullo que tenemos una GRAN CUADRILLA ejemplo y espejo, como tu bien dices en tu carta, en el que todos puedan ver reflejado el trabajo, el sacrificio y el amor fraternal de los COSTALEROS DE NUESTRA CUADRILLA.
Esa cuadrilla de costaleros dejo de serlo para CONVERTIRSE en una gran familia de hermanos costaleros.
Y ahí, querido amigo Manolo, tuviste mucho que ver.
Te recuerdo desde el primer momento en que llegué para ser vuestro capataz. Esto que acabo de escribir no es algo recurrente, ya que siempre he tenido la facilidad de hacerme con las caras y sus nombres a la primera y más cuando de una cuadrilla se trata, ya que debes conocer desde el primer minuto a todos y de que pie cojean.
Pues desde el primer minuto de juego te consideré como uno de los pilares sobre los que había que construir esta magnífica cuadrilla y es evidente que ni a mí ni a ningún otro defraudaste.
Siempre estuviste en tu sitio y cumpliendo con tu trabajo, cosa que además de que tus hermanos de costal te lo agradezcan, yo también lo hago públicamente.
Y llegado a este punto, voy a comentar el otro “casi na”, el de Maestro. Que me consideres tu Maestro y que digas que he podido enseñarte algo, es para mí un orgullo, viniendo como viene de un magnífico costalero que ha estado a mis órdenes.
Pero hay algo claro y es que si no hay alumno no hay maestro, y debo decir que fuiste un alumno de “Sobresaliente cum laude”.
Llegado este momento solo puedo decirte que es para mí un honor haberte tenido a mis órdenes como costalero y que para la nueva etapa
que comienzas, no olvides que una buena cuadrilla se hace de la misma manera que unos padres educan a sus hijos, con disciplina y a la vez con dialogo, con autoridad pero aplicándola con cariño y siempre teniendo en cuenta que a todos los hijos se les quiere por igual y a todos hay que enseñarles el respeto con el que tienen que comportarse con los demás. Y recordarte en tus comienzos como Maestro del martillo, que siempre tendrás mi mano tendida para todo lo que necesites.
La despedida a modo taurino: “SUERTE, VISTA Y AL TORO”, que todo te vaya bien y un fuerte abrazo de tu hermano en el costal y amigo José Ramón Rodríguez Gautier.