lunes, 14 de febrero de 2011

Poco a Poco... con Jerónimo Leal

Desde la cuarta trabajadera nos llega la colaboración del mes de Febrero, para nuestra sección "poco a poco....." .En esta ocasión, Jerónimo reflexiona sobre un tema que, debido a su profesión sanitaria, le interesa y le preocupa y que seguramente tendrá un fuerte calado entre sus compañeros de cuadrilla: el dolor, y su paso por nuestras vidas.Jerónimo es un hombre de hondos sentimientos y con gran sentido de la responsabilidad, aunque le gusta en la mayoría de las ocasiones pasar por desapercibido. Quizá ese anonimato es lo que lo hacer ser más grande, porque la labor callada pero insistente es una condición que hace que los integrantes de nuestro grupo sean cada vez más destacados en categoría y en valores. Gracias Jerónimo por tu gran disposición y por tu buen hacer.

¿Estamos preparados para soportar el peso y el paso de Cristo en nuestras vidas?
Agradezco enorme y profundamente la oportunidad que me concedéis de poder dirigirme a esta gran familia, nuestra cuadrilla, y en un marco tan incomparable y peculiar como es este.
Quisiera hacer referencia en esta reflexión, y en fecha tan singular a la Jornada mundial del enfermo que, en este mes de febrero de Tiempo Ordinario en el calendario litúrgico próximo a la Cuaresma, la Iglesia propone todos los años.
Creo que es esta una ocasión adecuada y propicia para reflexionar sobre el misterio del sufrimiento y, sobre todo, para sensibilizarnos ante esta sociedad en la que vivimos, carente de muchos principios éticos, morales y sobre todo espirituales.
«Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana».

Si cada hombre es hermano nuestro, como profesa nuestro Dios, con mayor razón, el débil, el que sufre, el necesitado de cuidados, el enfermo, todos ellos deben estar en el centro de nuestra atención, para que ninguno de estos se sienta marginado, olvidado o alejado.
«Por sus llagas habéis sido curados» (1 P 2, 24)
El Hijo de Dios: sufrió, murió, y resucitó, y precisamente por esto, esas llagas se convierten en el signo de nuestra redención, del perdón y de la reconciliación con el Padre. Pero con la Resurrección el Señor no eliminó el sufrimiento ni el mal del mundo. Es por este motivo por lo que a diario, delante de nosotros contemplamos imágenes de personas enfermas (desvalidas, indefensas, desamparadas, huérfanas, perdidas, solas, carentes de comprensión y amor), muchos de estos irremediable e incompresiblemente niños, lo cual me hace recapacitar una profunda meditación sobre mi sentir cristiano, que a veces ante la atónita, aturdida, desalentada, desesperanzada y angustiosa mirada de estos no logro encauzar ni aderezar.
Todos nosotros habremos padecido alguna vez algún mal o enfermedad, si no es así: dad gracias a nuestro Cristo-Dios, de lo contrario seguro que algún ser querido o allegado haya podido sufrir o estén padeciendo en este momento enfermedades o procesos malignos y degenerativos graves, algunos de los cuales acarrearán fatales consecuencias a la larga. Nuestros ojos contemplarán paulativamente que esa vida va perdiendo vitalidad, luz, deteriorándose lenta y pesadamente hasta apagarse y extinguirse definitivamente la esperanza de la vida, sin solución ni remedio alguno. Nuestro Cristo nos dará la fuerza a todos para que cuando llegado el momento, Él converse con nosotros y nos proporcione la fortaleza, la esperanza, esa fe que nos iluminará definitivamente en nuestro destino. Seremos nosotros entonces los que portaremos esa mirada perdida, apática, desamparada, vacía y buscaremos compasión y comprensión en el prójimo.
Cuantas personas enfermas, perecientes y dolientes de sufrimientos no podrán disfrutar esta primavera del aroma a azahar en nuestras calles, ni paladear el sabor del incienso calcinado, ni sentir la esencia de la cera al derretirse, no les palpitará el corazón al redoble de tambores, no podrán oír el cadencioso y medido solo del corneta, ni el racheo de zapatillas acompasadas, ni el crujir de los maderos ante el sepulcral silencio en la salida, ni el cimbrear de los candelabros que rítmicamente marcan el son a falta de música en una estrecha y silenciosa calle. Cuantos no volverán a escuchar la voz de nuestro capataz; arduo, enérgico y tenaz en la “levantá”; hábil, diestro, seguro y certero en las llamadas a los costeros; tangible, seco, pertinaz y severo en la salida y en la entrada con los pateros. Cuantos compañeros de trabajadera año tras año nos abandonaron, unos con el privilegio de mecer a nuestro Cristo en los cielos, otros como los años no perdonn nos tendremos que dedicar a escribir y narrar nuestras emociones y vivencias , ya que esta juventud que viene fuerte y sana, empuja con mucho ímpetu y ganas “parriba”.
Mientras las hermandades hacen estación de penitencia a nuestra Iglesia Catedral, en los hospitales rebosa el desconcierto y desamparo en multitud de personas moribundas que seguramente no volverán a ver, oír, o sentir el más profundo sentimiento cofrade. Cuantos hermanos nuestros ingresados en hospitales, abuelos internados en asilos o centros de acogida, niños, no tendrán la oportunidad de volver a vivir la proximidad de nuestras santísimas imágenes en estas fechas. Algunos sabedores del causa que padecen, con la mente lúcida y con la certeza de que no tornarán a percibir el golpeo del llamador. Solos en casa, o en esa indiferente y fría cama de hospital donde en la cabecera siempre encuentras esa estampa con la imagen de esperanza a la que rezarán para que sus llagas sean curadas o disminuya pronto el sufrimiento, y sean acogidos por Dios en su seno eterno.
Es a través de los enfermos y de todas estas personas que sufren y tienen marcado el reflejo de las llagas de Cristo el único modo de comprender, con ojos de esperanza, todos los males que afligen a la humanidad.
Cuántos hermanos, a lo largo de la historia, han sobrellevado el peso de Cristo sobre sus hombros, cuantos de nosotros hoy día somos privilegiados de soportar y sentir el peso de nuestro Cristo de la Conversión sobre nosotros, cuantos el día de mañana seguirán portándolo por las calles de nuestra Sevilla cofradiera. Y Él continuará ahí; quieto, inmóvil e imperecedero eternamente. Y todos nosotros perseveraremos bajo su tenue y etérea mirada.
¡Cuantas lágrimas derramadas cuando te llega la hora! Dios no te despega de la trabajadera, te torna la misión para que sigas a su lado en otro cometido que debe continuar, y si algún día enfermas, de la mano de Dios siempre te encontrarás, ante Él, ante en prójimo.
Mi agradecimiento, reconocimiento y gratitud al personal que voluntaria, altruista y desinteresadamente presta ayuda a nuestra sociedad, a todo el personal sanitario, a todos aquellos que se dedican con amor a curar y aliviar las llagas de todos los hermanos enfermos en los distintos centros hospitalarios, asilos, casas de acogida, orfanatos, en las familias, en definitiva en nuestra casa, y como no a todos los costaleros que en el pasado acompañaron a nuestra cofradía, a todos los que actualmente pertenecemos a la cuadrilla y disfrutamos considerablemente del sufrimiento de Cristo y a los que en un futuro tendrán el privilegio de acompañarlo, y mención especial al que fue, es y será para siempre mi párroco y director espiritual Fray Jesús Colombo Roquette.
«El buen ladrón en su defensa sale:“el que crucificáis mal ninguno ha hecho. Acuérdate de mí cuando en tu reino estés”
“De verdad te digo que en el Paraíso hoy mismo estarás conmigo”.
“Mi espíritu Padre, en tus manos encomiendo”. Son las últimas palabras de lamento. »

Reflexión: Disfrutemos del momento que nuestro Cristo de la Conversión nos concede de poder estar a su lado, no volvamos la cara ni demos la espalda ante aquel nuestro hermano, que necesitado de nuestra presencia nos reclama y necesita de nosotros.
Sabed ver siempre en el rostro del enfermo el Semblante por excelencia de los todos Rostros:
LA EXPRESIÓN DE CRISTO
Firma:
Nazareno de este Cristo en mi niñez,
Privilegiado costalero hoy día aguaó quisiera ser en mi vejez.

1 comentario:

  1. monstruo, te has alargado en el texto pero se nota que lo has escrito de corazon y por ser como eres y sentirlo como lo sientes viva Jeronimo leal y sus amigos del gordito

    Antonio Gomez y su hijo y la cuadrilla de tu palio de Espartinas qe lo vamos a reventar

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