lunes, 16 de abril de 2012

"Poco a Poco..." con Juanma Aparicio

" Todo pasa, todo queda, pero lo nuestro es pasar...pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar"

Sirvan éstas bellas palabras de Machado para resumir el paso de un anónimo costalero por la senda de una cuadrilla.Quizás me hayáis oido alguna vez decir, que las trabajaderas no tienen memoria, aunque algunos se empeñen en estampar su nombre en ellas a fuego. No amigos, no tienen memoria, pero sí permanecen ellas las huellas de los que por allí pasaron; las huellas del sacrificio, del sudor, del apretar de dientes....y también la huella de la sonrisa, del apretón de cintura del compañero, de la satisfacción del trabajo bién hecho.Y en la segunda trabajadera de nuestro paso, quedarán plasmadas por siempre las huellas de un hombre sencillo, cariñoso y honesto, que lo dió todo por cumplir como un buen costalero de su Cristo, el Cristo de la dulce mirada que mora en la Plaza de la Magdalena, el Stmo. Cristo de la Conversión.Hace dieciocho años que llegaste a ésta cuadrilla con gran entusiasmo e ilusión, y éste año has decidido pasar el relevo a otro compañero, que espero que reciba como testigo tu herencia más preciada: tu honestidad, tu anonimato y tu autenticidad. Gracias por todo lo que nos diste Aparicio.


José Vargas Spínola. Abril 2012.


VIVENCIA DE VIERNES SANTO

“Vientos moderados con rachas fuertes en el estrecho…”
“Riesgo de chubascos que pueden ser persistentes y tormentosos…”
“Cielos nublados, sin descartar precipitaciones aisladas…”

Durante toda la semana las malas noticias se suceden y las previsiones no presagian nada bueno.


Que incertidumbre, cuantas dudas. ¿Saldremos? Dios lo quiera…


Una Madrugá, repleta de Esperanzas, da paso al ansiado día.

Aparecen los primeros rayos de sol, y con ellos, esos temidos nubarrones negros. Y de nuevo un chaparrón viene a empapar nuestro gozo.

Pasan algunas horas y la noticia corre como la pólvora: “El Cachorro no sale”, “La Carretería tampoco”.

¡Por favor, Dios Mío, este año no!
¡Te lo ruego, déjame salir!

De repente, todo empieza a cambiar. Dos hermandades acaban de anunciar su salida. Las siguientes toman la misma decisión.

Los nervios se apoderan de mí nuevamente.

Y por fin, la Cruz de Guía de Montserrat, ya está en la Calle.

¡Qué momento tan indescriptible! …

Cualquiera, al leer esto, pensaría que se trata de mi primera estación de penitencia.

Nada más lejos de la realidad.

Hoy me despido del costal, pero con la misma ilusión de mi primer ensayo.

Atrás quedan años de entrega y sacrificio, de sudor y esfuerzo, pero también de alegrías compartidas, de compañerismo y de satisfacción por el trabajo bien hecho.

Un trabajo del que nuestra cuadrilla puede sentirse orgullosa. Porque el mejor trabajo del costalero es el humilde y el anónimo. Es el que sobrevive a las modas. El que huye del aplauso fácil. El que es capaz de hacer que el tiempo se detenga al pasar nuestro Cristo por Campana. El que, a los sones de Margot, llevando “sobre los pies” a nuestra Madre, deja en silencio a Molviedro. Es el que logra arrancar una oración al mayor de los incrédulos.

Y llega el relevo de “Alfombras”:

El llamador suena tres veces…, “al palo”, me digo. Es el principio del fin.

La voz del capataz, por un instante, trae a mi memoria momentos inolvidables del pasado.

- ¡A ésta es!

- ¡Al Cielo!
, respondo para mis adentros.

Paso a paso, chicotá tras chicotá, trato de grabarlo todo en mi memoria, cada crujío en la madera, cada llamada, cada levantá, cada racheo y, sobre todo, cada palabra de aliento de mis COMPAÑEROS. Y sí, he escrito COMPAÑEROS con mayúsculas, igual que tengo que escribir CAPATACES, AUXILIARES Y HERMANOS. ¡Qué fácil ha sido el camino a vuestro lado!

Una vez más el martillo nos llama al trabajo. Pero su sonido ya no es el mismo, en su eco se mezclan notas de despedida. Estamos parados frente a la Entrada.
Ha llegado mi última chicotá.

“Esta también va por ti”, me susurra un compañero a mi lado. Me aferro a la trabajadera, como si en ello me fuese la vida. Y el silencio de aquel instante se quiebra cuando la entrañable voz de Pepe Vargas me recuerda que mi último sueño de costalero está a punto de cumplirse: voy a retirarme dejando a mi Cristo en su templo.

¡Poco a poco!, ¡Los dos costeros a tierra por igual! Y así, pasito a paso, como si quisiéramos que aquello no acabase nunca, subimos la rampa y las notas de la Marcha Real me avisan de que se aproxima el verdadero Encuentro de la noche.

Allí, a solas con Él, bajo la parihuela vacía, con el corazón en la mano y los ojos cegados por las lágrimas, le rezo mi última oración bajo su paso:

Jesús, tú que estás en el Reino de los Cielos, acuérdate de mí.

¡Qué inolvidable vivencia!

Quiero daros las gracias a todos los que habéis convertido uno de los momentos más amargos de mi vida en el más bello de los recuerdos.

Gracias de todo corazón.

Uno de la corriente del Señor de la Conversión.

Y a ti, ANA, por tu comprensión, tu ayuda y tu paciencia.

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