Queridos amigos de la cuadrilla, hoy tengo el enorme placer de
presentaros a alguien de los nuestros, como viene siendo la tónica
general desde el nacimiento de éste blog. Pero además de ser alguien
de los nuestros, se trata de una persona que ha marcado con el fuego
de su sabiduría y de su carisma la larga trayectoria de la vida de
nuestra cuadrilla.
Es un honor para un discípulo que uno de sus maestros, José Ramón
Rodríguez Gautier, acepte su invitación para dirigirse a la que por
siempre seguirá siendo su cuadrilla amiga, la cuadrilla del Stmo.
Cristo de la Conversión, a la que tengo el enorme privilegio de
dirigir actualmente al haber sido su sucesor directo.
José Ramón me ha demostrado en todo momento su honestidad y su
compromiso en el seguimiento del camino que él mismo marcó durante
muchos años, y cuya senda quedará eternamente imborrable.
Sin más dilación, y sin dejar pasar la oportunidad de agradecerle
sobremanera, el haber aceptado mi invitación a participar en ésta
sección tan nuestra, os dejo con las sabias y veteranas palabras de un
verdadero maestro de Cofradías y del martillo.
La Hermandad fue
valiente puesto que además de la cuadrilla de hermanos costaleros del paso del
Cristo de la Conversión ,
también pone su confianza en un hermano como Capataz del mismo: Justo Rufino.
José Vargas Spínola, Mayo 2012
Pequeña Historia de una Gran Cuadrilla de Costaleros
Creo que mi primera aparición en esta
ventana debe ser consecuente con mi forma de ser, por lo que debo hacer mención
a los que me precedieron en el martillo, reconociéndoles a cada uno su trabajo
y mérito en la consecución de una Gran Cuadrilla de Hermanos Costaleros.
Por consiguiente comencemos.
Situémonos en el año 1978, cuando la
formación de las cuadrillas de Hermanos Costaleros estaba en pleno auge.
Una de las Hermandades que aún no tenía
cuadrilla de Hermanos Costaleros era Montserrat y por ello, con la unanimidad
de criterio que un hecho de esta relevancia necesita de la Junta de Gobierno, se
convocó a aquellos hermanos que, con experiencia o sin ella, quisieran
pertenecer a la cuadrilla.
A este hermano le cae encima la grandísima
responsabilidad de formar una cuadrilla de hermanos costaleros, los niños como
nos llamaban los profesionales que quedaban, para un paso durísimo, con un
recorrido igualmente duro y en el peor día: un Viernes Santo acabada de pasar
la madrugá.
Muchos cofrades o capillitas, como
antes se les denominaba, de los que se jactan de no saber nada de faldones para
adentro y que suelen practicar el amarillismo en la calle o en las barras de
bares, no saben ni pueden entender lo que os estoy diciendo. Jamás podrán
entenderlo puesto que lo suyo es la crítica amarilla de cuando hay en una
vuelta o una levantá mala.
Pero yo si puedo hablar con
conocimiento de causa, puesto que en esas fechas estaba formando una cuadrilla
de similares características y equivalentes dificultades como es la de la Hermandad del Silencio.
Por ello desde este púlpito de la
palabra escrita, quiero felicitar a una Junta de Gobierno que confió en sus
hermanos para formalizar una cuadrilla de capataces y costaleros propia y por
supuesto, como costalero fundador de varias cuadrillas y como capataz retirado
de cuatro hermandades entre ellas la nuestra de Montserrat, debo dar mi más
sincera y honesta enhorabuena a Justo Rufino, quién tuvo el valor y la
sapiencia para ser el primer Capataz Hermano del Cristo de la Conversión.
Supongo querido Justo, que esto para ti
supuso un gran orgullo pero a la vez un grandísimo quebradero de cabeza. Habría
que contarle a todos aquellos que nunca creyeron en nosotros, los niños, la de
noches sin dormir porque no había suficientes costaleros, la de entrenamientos
de otras hermandades que hemos visto con la intención de reclutar costaleros
para nuestras cuadrillas, la de enfados familiares por la cantidad de horas y
días de entrenamientos fuera de casa hasta altas horas de la madrugada. Pero, querido
colega de martillo, esto no podrán entenderlo nunca muchos de los de americana
azul, pantalón gris y mucha gomina en la cabeza, porque carecen de la capacidad
suficiente de sacrificio que hay que tener para trabajar seria y honestamente
por su hermandad delante de un paso y debajo de unas trabajaderas. Es
grandísima la responsabilidad y excesivo el trabajo para ellos, ya que lo que
les va es la crítica destructiva. El comentario ácido sobre la única levantá
mala o sobre esa vuelta en la que en unos segundos el paso no la da debidamente
acompasada.
Pero opino que a ti que te quiten “lo
bailao”, el éxito es exclusivo, personal e intransferible tuyo y por todo ello:
“Ahí queó”, y muchas gracias.
La siguiente etapa le tocó recorrerla y
ganarla a Ramón Castro y Juanma Contreras.
En aquel momento en el que había pocos
costaleros y con la competencia de todas las hermandades del Viernes Santo, que
ya tenían sus cuadrillas de costaleros creadas, era muy difícil organizarla y
encontrar los suficientes hermanos que quisieran vivir esta experiencia.
Eran tiempos de cuadrillas de aluvión,
un año tenías muchos costaleros y al año siguiente tenías la mitad y había que
conformar la cuadrilla para sacar los pasos con ciertas garantías.
Recuerdo por aquellos tiempos, mis seis
años de costalero en el palio de la
Virgen del Dulce Nombre, donde como costero izquierdo de cuarta
tuve seis fijadores diferentes. Así era muy difícil trabajar tanto para los de
fuera como para los de dentro. No había amistad, camaradería ni compromiso. ¿Cuantos
costaleros, por ausencia de estas tres premisas, dejaban abandonados al resto
de sus compañeros durante el recorrido?.
Con todo esto tuvieron que luchar Ramón
y Juanma. Esta fue la etapa que les correspondió correr pero que, desde mi
punto de vista, creo que llegaron a ganarla con suficiente solvencia. No fue
una etapa ni muchísimo menos fácil, fue una etapa en la que siempre hubo escasez
de costaleros.
Hoy desde aquí debo felicitarlos
sinceramente por su labor. Lograron crear con aquellos mimbres una cuadrilla
base.
Faltaba en aquel momento llegar a configurar la cuadrilla completa con todos
sus relevos y enseñarle una forma de andar propia.
Esa siguiente etapa fue la que a mí me
toco en suerte.
Debo decir, por experiencia propia, que
todas las sucesiones de capataces por otros nuevos que no pertenecen al grupo
anterior, son difíciles.
En esos momentos hay que echar mano de
una disciplina y autoridad férreas y de una cabeza fría para poder llegar a
alcanzar la meta que te ha señalado la Hermandad y no la tuya propia. Afortunadamente
para mí, los métodos para alcanzar estos objetivos me los conozco bien.
Llegaba nuevo a la Hermandad y por lo tanto
desconocía a la cuadrilla de capataces y costaleros.
Para llegar a cumplir las metas
impuestas en cualquier trabajo de este tipo, hay que formar un equipo que sea
de plena confianza, por lo que opte por traer un segundo capataz que ya llevaba
varios años conmigo sacando Santa Cruz y El Silencio. Ese fue Fernando
Fernández Goncer.
Igualmente se quedaron dentro del nuevo
equipo de capataces José Vargas y José Antonio Cazorla, Pope para todos
nosotros.
Este fue mi equipo de capataces, todos
sin excepción durante mi etapa de Capataz Titular de la Hermandad han sido
buenos compañeros de viaje, magníficos capataces y excelentes personas. Es por
todo ello por lo que pudimos alcanzar la meta y con gran brillantez.
Después de muchas horas de
entrenamientos y mucho trabajo para ir puliendo la cuadrilla y su forma de
andar, se consiguió lo que hoy tenemos una “Gran Cuadrilla” formada por grandes
costaleros y mejores personas.
Por consiguiente es de justicia darles
públicamente mis más sinceras gracias y felicitaciones, por la labor realizada,
tanto a los capataces que me ayudaron: Fernando Fernández, José Vargas y José
Antonio Cazorla, como al equipo de contraguías que me han acompañado en mis
años de capataz: Ángel Acuña, Miguel Sánchez, Francisco Javier Moreno, José
María Lima, Francisco García, Enrique Bejarano, Juan López y Juan Manuel Teran.
No puede faltar mi especial mención a
quién durante muchos años, desde su puesto de Delegado de Costaleros, supo
solucionar todos los problemas que yo le iba exponiendo y cuya resolución fue
fundamental para la buena salud de la cuadrilla. Esta especial mención es para
José Antonio Casado, que con su cariño a la Hermandad y a sus
costaleros hizo fácil lo difícil y difícil lo imposible. Muchas gracias.
A mi retirada en el año 2006, que ha
sido la única Semana Santa que me quedé sin salir por lluvia, la Hermandad tuvo el gran
acierto de seguir con el mismo equipo de capataces, nombrando a un cuarto para
cubrir mi baja. Todo se ha llevado a cabo de la manera más correcta y sin
problemas sucesorios. Esas son las consecuencias de crear una cuadrilla y un
equipo de capataces no mediáticos y comprometidos con el trabajo que deben
realizar en la hermandad y no con otros menesteres de grupos de presión
gestionados normalmente desde las barras de los bares y no desde la hermandad.
Llegado este momento me gustaría
exponer mi pensamiento sobre lo que debe ser y lo que debe significar una
cuadrilla de costaleros en una hermandad.
Desde mi óptica personal, como Capataz
Titular que fui de esta cuadrilla de costaleros de la Hermandad de Montserrat y
con la sinceridad que me caracteriza, creo que uno de los mayores tesoros que
puede tener hoy día una hermandad, es tener una cuadrilla de Hermanos de nómina
o no, pero vinculados a la hermandad y no al capataz que los manda. No me
gustan ni los capataces mercenarios ni los costaleros que mueven ya que, en
términos deportivos, son como cualquier entrenador o futbolista carne del mejor
contrato y no tienen ningún reparo en dejarte tirado a la primera de cambio.
Igualmente las Juntas de Gobierno deben
tener presente que la mejor solución para la hermandad no es tener a uno de
estos capataces con sus mercenarios de turno, ni tener al clásico capataz
mediático que mueve los votos de una cuadrilla en caso de elecciones reñidas,
por llamarlas elegantemente de alguna manera. La mejor solución es tener a
capataces de la propia hermandad o que se vinculen mucho a ella, que sepan
realizar su trabajo para la hermandad y no para meritos propios, que sientan
los colores y que no se involucren en menesteres mediáticos.
Esta cuadrilla de nuestra Hermandad,
como todas a las que he tenido el orgullo de dirigir, nunca ha sido un grupo mediático
de presión y así debe seguir, por lo que
no hay que tener miedo a su influencia en el devenir de la vida de la Hermandad , solamente hay que
mimarla y eso no significa que deban tener unos privilegios especiales sus
componentes como hermanos. Solamente hay que tratar a estos hermanos con
cariño, ya que hacen un trabajo que no todos los demás hermanos están
capacitados para hacerlo y que si en un momento dado faltan veinte nazarenos no
pasa nada pero si faltan diez costaleros la cosa se pone muy fea.
Y llegado este momento me atrevería a
pedir tanto a los capataces actuales de la Hermandad como a la cuadrilla de costaleros, algo
que desde el día en que me nombraron Capataz Titular de la Hermandad , ha estado
presente en mi corazón y en lo más profundo de mi alma.
No hay mayor orgullo que poder pasear
por las calles de nuestra Sevilla o llevar sobre tus hombros al que es el Guía
de tu vida, al que con cariño llaman el Gran Poder crucificado, y no hay mayor
gracia que llevar sobre tus hombros a la guapa SEÑORA de Montserrat. Aquí se es
costalero de tu CRISTO o de tu VIRGEN,
lo demás es ser costalero de nada.
Por consiguiente os pido que améis con
toda vuestra alma a vuestros TITULARES, que seáis sus COSTALEROS incondicionales.
Que os olvidéis, cuando os fajéis, de cualquier tipo de protagonismo,
obedeciendo a vuestros capataces y ayudando a vuestros hermanos costaleros. Sed
honrados con vosotros mismos y llegad como costaleros hasta que las fuerzas os
abandonen, no permitáis que el ego como costalero se interponga ante vuestra
responsabilidad como tal.
Si esto cumplís seréis dignos de ser
Hermanos Costaleros de la cuadrilla de nuestra querida Hermandad y si no lo
cumplieseis creo que no seréis dignos de tal honor.
No os olvidéis que desde la creación de
nuestra cuadrilla de costaleros y durante todos estos años el trabajar, hombro
con hombro y codo con codo, nos ha llevado a poder estar orgullosos de tener
una magnífica cuadrilla.
Y como despedida, lo que os dije en mi
última llamada como vuestro Capataz: En
mi alma EL y ELLA , en mi corazón vosotros y en mis retinas vuestra última
levantá. “¡Tos por igua valiente! ¡A esta e!”. Hasta siempre.
José Ramón Rodríguez Gautier