lunes, 21 de mayo de 2012

Poco a poco... con José Ramón Rodríguez gautier

Queridos amigos de la cuadrilla, hoy tengo el enorme placer de  presentaros a alguien de los nuestros, como viene siendo la tónica  general desde el nacimiento de éste blog. Pero además de ser alguien  de los nuestros, se trata de una persona que ha marcado con el fuego  de su sabiduría y de su carisma la larga trayectoria de la vida de  nuestra cuadrilla. Es un honor para un discípulo que uno de sus maestros, José Ramón  Rodríguez Gautier, acepte su invitación para dirigirse a la que por  siempre seguirá siendo su cuadrilla amiga, la cuadrilla del Stmo.  Cristo de la Conversión, a la que tengo el enorme privilegio de  dirigir actualmente al haber sido su sucesor directo. José Ramón me ha demostrado en todo momento su honestidad y su  compromiso en el seguimiento del camino que él mismo marcó durante  muchos años, y cuya senda quedará eternamente imborrable. Sin más dilación, y sin dejar pasar la oportunidad de agradecerle  sobremanera, el haber aceptado mi invitación a participar en ésta  sección tan nuestra, os dejo con las sabias y veteranas palabras de un  verdadero maestro de Cofradías y del martillo.  

José Vargas Spínola, Mayo 2012



Pequeña Historia de una Gran Cuadrilla de Costaleros

Creo que mi primera aparición en esta ventana debe ser consecuente con mi forma de ser, por lo que debo hacer mención a los que me precedieron en el martillo, reconociéndoles a cada uno su trabajo y mérito en la consecución de una Gran Cuadrilla de Hermanos Costaleros.

 Por consiguiente comencemos.

Situémonos en el año 1978, cuando la formación de las cuadrillas de Hermanos Costaleros estaba en pleno auge.

Una de las Hermandades que aún no tenía cuadrilla de Hermanos Costaleros era Montserrat y por ello, con la unanimidad de criterio que un hecho de esta relevancia necesita de la Junta de Gobierno, se convocó a aquellos hermanos que, con experiencia o sin ella, quisieran pertenecer a la cuadrilla.

La Hermandad fue valiente puesto que además de la cuadrilla de hermanos costaleros del paso del Cristo de la Conversión, también pone su confianza en un hermano como Capataz del mismo: Justo Rufino.

A este hermano le cae encima la grandísima responsabilidad de formar una cuadrilla de hermanos costaleros, los niños como nos llamaban los profesionales que quedaban, para un paso durísimo, con un recorrido igualmente duro y en el peor día: un Viernes Santo acabada de pasar la madrugá.

Muchos cofrades o capillitas, como antes se les denominaba, de los que se jactan de no saber nada de faldones para adentro y que suelen practicar el amarillismo en la calle o en las barras de bares, no saben ni pueden entender lo que os estoy diciendo. Jamás podrán entenderlo puesto que lo suyo es la crítica amarilla de cuando hay en una vuelta o una levantá mala.

Pero yo si puedo hablar con conocimiento de causa, puesto que en esas fechas estaba formando una cuadrilla de similares características y equivalentes dificultades como es la de la Hermandad del Silencio.

Por ello desde este púlpito de la palabra escrita, quiero felicitar a una Junta de Gobierno que confió en sus hermanos para formalizar una cuadrilla de capataces y costaleros propia y por supuesto, como costalero fundador de varias cuadrillas y como capataz retirado de cuatro hermandades entre ellas la nuestra de Montserrat, debo dar mi más sincera y honesta enhorabuena a Justo Rufino, quién tuvo el valor y la sapiencia para ser el primer Capataz Hermano del Cristo de la Conversión.

Supongo querido Justo, que esto para ti supuso un gran orgullo pero a la vez un grandísimo quebradero de cabeza. Habría que contarle a todos aquellos que nunca creyeron en nosotros, los niños, la de noches sin dormir porque no había suficientes costaleros, la de entrenamientos de otras hermandades que hemos visto con la intención de reclutar costaleros para nuestras cuadrillas, la de enfados familiares por la cantidad de horas y días de entrenamientos fuera de casa hasta altas horas de la madrugada. Pero, querido colega de martillo, esto no podrán entenderlo nunca muchos de los de americana azul, pantalón gris y mucha gomina en la cabeza, porque carecen de la capacidad suficiente de sacrificio que hay que tener para trabajar seria y honestamente por su hermandad delante de un paso y debajo de unas trabajaderas. Es grandísima la responsabilidad y excesivo el trabajo para ellos, ya que lo que les va es la crítica destructiva. El comentario ácido sobre la única levantá mala o sobre esa vuelta en la que en unos segundos el paso no la da debidamente acompasada.

Pero opino que a ti que te quiten “lo bailao”, el éxito es exclusivo, personal e intransferible tuyo y por todo ello: “Ahí queó”, y muchas gracias.

La siguiente etapa le tocó recorrerla y ganarla a Ramón Castro y Juanma Contreras.

En aquel momento en el que había pocos costaleros y con la competencia de todas las hermandades del Viernes Santo, que ya tenían sus cuadrillas de costaleros creadas, era muy difícil organizarla y encontrar los suficientes hermanos que quisieran vivir esta experiencia.

Eran tiempos de cuadrillas de aluvión, un año tenías muchos costaleros y al año siguiente tenías la mitad y había que conformar la cuadrilla para sacar los pasos con ciertas garantías.

Recuerdo por aquellos tiempos, mis seis años de costalero en el palio de la Virgen del Dulce Nombre, donde como costero izquierdo de cuarta tuve seis fijadores diferentes. Así era muy difícil trabajar tanto para los de fuera como para los de dentro. No había amistad, camaradería ni compromiso. ¿Cuantos costaleros, por ausencia de estas tres premisas, dejaban abandonados al resto de sus compañeros durante el recorrido?.

Con todo esto tuvieron que luchar Ramón y Juanma. Esta fue la etapa que les correspondió correr pero que, desde mi punto de vista, creo que llegaron a ganarla con suficiente solvencia. No fue una etapa ni muchísimo menos fácil, fue una etapa en la que siempre hubo escasez de costaleros.

Hoy desde aquí debo felicitarlos sinceramente por su labor. Lograron crear con aquellos mimbres una cuadrilla base.

Faltaba en aquel momento llegar a  configurar la cuadrilla completa con todos sus relevos y enseñarle una forma de andar propia.

Esa siguiente etapa fue la que a mí me toco en suerte.

Debo decir, por experiencia propia, que todas las sucesiones de capataces por otros nuevos que no pertenecen al grupo anterior, son difíciles.

En esos momentos hay que echar mano de una disciplina y autoridad férreas y de una cabeza fría para poder llegar a alcanzar la meta que te ha señalado la Hermandad y no la tuya propia. Afortunadamente para mí, los métodos para alcanzar estos objetivos me los conozco bien.

Llegaba nuevo a la Hermandad y por lo tanto desconocía a la cuadrilla de capataces y costaleros.

Para llegar a cumplir las metas impuestas en cualquier trabajo de este tipo, hay que formar un equipo que sea de plena confianza, por lo que opte por traer un segundo capataz que ya llevaba varios años conmigo sacando Santa Cruz y El Silencio. Ese fue Fernando Fernández Goncer.

Igualmente se quedaron dentro del nuevo equipo de capataces José Vargas y José Antonio Cazorla, Pope para todos nosotros.

Este fue mi equipo de capataces, todos sin excepción durante mi etapa de Capataz Titular de la Hermandad han sido buenos compañeros de viaje, magníficos capataces y excelentes personas. Es por todo ello por lo que pudimos alcanzar la meta y con gran brillantez.

Después de muchas horas de entrenamientos y mucho trabajo para ir puliendo la cuadrilla y su forma de andar, se consiguió lo que hoy tenemos una “Gran Cuadrilla” formada por grandes costaleros y mejores personas.

Por consiguiente es de justicia darles públicamente mis más sinceras gracias y felicitaciones, por la labor realizada, tanto a los capataces que me ayudaron: Fernando Fernández, José Vargas y José Antonio Cazorla, como al equipo de contraguías que me han acompañado en mis años de capataz: Ángel Acuña, Miguel Sánchez, Francisco Javier Moreno, José María Lima, Francisco García, Enrique Bejarano, Juan López y Juan Manuel Teran.

No puede faltar mi especial mención a quién durante muchos años, desde su puesto de Delegado de Costaleros, supo solucionar todos los problemas que yo le iba exponiendo y cuya resolución fue fundamental para la buena salud de la cuadrilla. Esta especial mención es para José Antonio Casado, que con su cariño a la Hermandad y a sus costaleros hizo fácil lo difícil y difícil lo imposible. Muchas gracias.

A mi retirada en el año 2006, que ha sido la única Semana Santa que me quedé sin salir por lluvia, la Hermandad tuvo el gran acierto de seguir con el mismo equipo de capataces, nombrando a un cuarto para cubrir mi baja. Todo se ha llevado a cabo de la manera más correcta y sin problemas sucesorios. Esas son las consecuencias de crear una cuadrilla y un equipo de capataces no mediáticos y comprometidos con el trabajo que deben realizar en la hermandad y no con otros menesteres de grupos de presión gestionados normalmente desde las barras de los bares y no desde la hermandad.

Llegado este momento me gustaría exponer mi pensamiento sobre lo que debe ser y lo que debe significar una cuadrilla de costaleros en una hermandad.

Desde mi óptica personal, como Capataz Titular que fui de esta cuadrilla de costaleros de la Hermandad de Montserrat y con la sinceridad que me caracteriza, creo que uno de los mayores tesoros que puede tener hoy día una hermandad, es tener una cuadrilla de Hermanos de nómina o no, pero vinculados a la hermandad y no al capataz que los manda. No me gustan ni los capataces mercenarios ni los costaleros que mueven ya que, en términos deportivos, son como cualquier entrenador o futbolista carne del mejor contrato y no tienen ningún reparo en dejarte tirado a la primera de cambio.

Igualmente las Juntas de Gobierno deben tener presente que la mejor solución para la hermandad no es tener a uno de estos capataces con sus mercenarios de turno, ni tener al clásico capataz mediático que mueve los votos de una cuadrilla en caso de elecciones reñidas, por llamarlas elegantemente de alguna manera. La mejor solución es tener a capataces de la propia hermandad o que se vinculen mucho a ella, que sepan realizar su trabajo para la hermandad y no para meritos propios, que sientan los colores y que no se involucren en menesteres mediáticos. 

Esta cuadrilla de nuestra Hermandad, como todas a las que he tenido el orgullo de dirigir, nunca ha sido un grupo mediático de  presión y así debe seguir, por lo que no hay que tener miedo a su influencia en el devenir de la vida de la  Hermandad, solamente hay que mimarla y eso no significa que deban tener unos privilegios especiales sus componentes como hermanos. Solamente hay que tratar a estos hermanos con cariño, ya que hacen un trabajo que no todos los demás hermanos están capacitados para hacerlo y que si en un momento dado faltan veinte nazarenos no pasa nada pero si faltan diez costaleros la cosa se pone muy fea.

Y llegado este momento me atrevería a pedir tanto a los capataces actuales de la Hermandad como a la cuadrilla de costaleros, algo que desde el día en que me nombraron Capataz Titular de la Hermandad, ha estado presente en mi corazón y en lo más profundo de mi alma.

No hay mayor orgullo que poder pasear por las calles de nuestra Sevilla o llevar sobre tus hombros al que es el Guía de tu vida, al que con cariño llaman el Gran Poder crucificado, y no hay mayor gracia que llevar sobre tus hombros a la guapa SEÑORA de Montserrat. Aquí se es costalero de  tu CRISTO o de tu VIRGEN, lo demás es ser costalero de nada.

Por consiguiente os pido que améis con toda vuestra alma a vuestros TITULARES, que seáis sus COSTALEROS incondicionales. Que os olvidéis, cuando os fajéis, de cualquier tipo de protagonismo, obedeciendo a vuestros capataces y ayudando a vuestros hermanos costaleros. Sed honrados con vosotros mismos y llegad como costaleros hasta que las fuerzas os abandonen, no permitáis que el ego como costalero se interponga ante vuestra responsabilidad como tal.

Si esto cumplís seréis dignos de ser Hermanos Costaleros de la cuadrilla de nuestra querida Hermandad y si no lo cumplieseis creo que no seréis dignos de tal honor.

No os olvidéis que desde la creación de nuestra cuadrilla de costaleros y durante todos estos años el trabajar, hombro con hombro y codo con codo, nos ha llevado a poder estar orgullosos de tener una magnífica cuadrilla.

Y como despedida, lo que os dije en mi última llamada como vuestro  Capataz: En mi alma EL y ELLA , en mi corazón vosotros y en mis retinas vuestra última levantá. “¡Tos por igua valiente! ¡A esta e!”. Hasta siempre.


José Ramón Rodríguez Gautier 

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